16 Secreciones humanas necesarias para la vida

Interesante articulo sacado de pulso digital en el que se explica que esy para que vale cada secreción del cuerpo humano

La mayoría provocan repulsa y son objeto de tabúes, pero sin ellos nuestro cuerpo difícilmente sobreviviría. Nos referimos a los humores, un grupo insólito de secreciones, fluidos, líquidos y mucosidades.

Nuestro cuerpo está literalmente plagado de aperturas que nos permiten respirar, escuchar, ver, refrigeramos, ingerir nutrientes, expulsar, residuos, reproducirnos y amamantar a los vástagos.

Cada una de estas aberturas ofrece a los microbios la posibilidad de colarse en el organismo y causas un desaguisado que puede ser letal. Es por ello por lo que no hay una sola entrada corporal, desde la boca hasta un poro en la piel, que no esté debidamente protegida por algún mecanismo de defensa.

Gran parte de los humores de nuestro organismo participan en este cometido. El constante lavado de los ojos por las gotas de lágrimas, cargadas de anticuerpos y productos lubricantes, limpia de gérmenes y partículas la delicada superficie ocular. La saliva que continuamente baña la boca mata algunos microbios, como las bacterias que forman la placa bacteriana y el sarro, y conduce hacia el estómago a otros indeseables, que son achicharrados por los ácidos del estómago. Y unas glándulas situadas en el interior de los oídos segregan cerumen, una sustancia oleosa con acción bactericida.

Todos los conductos respiratorios están tapizados por mucosas que humedecen, lubrican y previenen el ataque de los agentes infecciosos. Mediante una serie de pelos microscópicos llamados cilios, que realizan constantemente un molimiento de barrido, estos mocos son renovados constantemente con el fin único de mantener viva su eficacia.

En ocasiones, las glándulas mucosas trabajan a destajo si amenaza algún peligro. Por ejemplo, la irritación de la nariz o los bronquios por un virus provoca una descarga copiosa de mucosidad que con frecuencia atora las vías respiratorias. Los mocos también son expulsados de forma violenta por medio del estornudo. Aunque éste es un arma de doble filo: hay científicos que sostienen que algunos de ellos constituyen un ardid ideado por los agentes viriles para dispersarse.

La tos, que opera bajo un estricto control del cerebro, también es un mecanismo eficiente para expulsar del cuerpo los microorganismos y partículas indeseables.

El aparato digestivo cuenta con sus defensas especiales. Aunque no seamos conscientes, el encargado de la digestión vigila estrechamente todo lo que nos llevamos a la boca. Si un alimento contaminado por un microbio o una toxina logra superar las barreras de la saliva y las mucosas del primer tramo del tracto digestivo, unos receptores en el estómago pueden dar la voz de alerta. Si esto ocurre, el cerebro activa los mecanismos de las náuseas y el vómito. Este último expulsa la toxina antes de que siga absorbiéndose.

Los problemas en el otro extremo del aparato digestivo se resuelven de una forma muy distinta. En situación normal, los desechos alimenticios son eliminados en forma de heces, que contienen un elevado número de bacterias. Ahora bien, ante una infección e intoxicación, se produce la diarrea un mecanismo de defensa que a veces se trata de interrumpir sin que se sepa lo que esto puede acarrear para la salud del organismo. Los científicos han comprobado que la administración de antidiarreicos prolonga el tiempo de rehabilitación de los pacientes, debido a. que estos fármacos sólo están encaminados a atajar un mecanismo de defensa natural.

Por último, el aparato reproductor, tanto masculino como femenino, cuenta con auténticas murallas contra los patógenos, aunque en el caso de la mujer la batalla contra los. microbios es más problemática, debido a que tienen una abertura distinta. No obstante, el tracto reproductor femenino posee numerosas defensas, como es la mucosa cervical. Dotada de luna poderosa facultad antimicrobiana, esta secreción mucosa se desplaza constantemente desde la cavidad abdominal hasta el exterior. La menstruación también constituye una forma útil de sanear los conductos femeninos.

La pus

La pus es un humor espeso de aspecto opaco que aparece en la superficie de las heridas, abscesos y superficies ulceradas infectadas. Está constituido básicamente por una mezcla aleatoria de suero, células del sistema inmune vivas y muertas, y bacterias responsables de la supuración.

En realidad, la pus no es otra cosa que el legado de una brutal batalla entre los linfocitos o glóbulos blancos y una agente patógeno. La detección de éste en el organismo hace que las células inmunológicas del organismo se pongan en pie de guerra. Entre los linfocitos que acuden al campo de batalla cabe destacar los neutrófilos y los macrófagos, que atacan y destruyen las bacterias, los virus y otros agentes.

Su forma de operar es muy agresiva, ya que practican la fagocitosis, es decir, la ingestión celular del agente invasivo. Ahora bien, casi todos los neutrófilos y muchos, si no la mayor parte, de los macrófagos mueren finalmente. Tras varios días, aparece una cavidad en el tejido inflamado que contiene diferentes cantidades de tejido necrótico, linfocitos muertos y líquido tisular. Tras desaparecer la infección, la fracción celular de la pus se autolisa y es reabsorbida por los tejidos vecinos.

La leche

Durante el embarazo, la hormona prolactina, que es secretada por la hipófisis de la madre, estimula la secreción de leche en las glándulas mamarias. Ahora bien, la acción de otras dos hormonas -los estrógenos y la progesterona- limita su producción a unos pocos mililitros antes de nacer el bebé: el líquido que fluye por el pezón recibe el nombre de calostro.

Después del alumbramiento, la concentración de las dos hormonas inhibidoras cae en picada y, gracias a la intervención de la hormona oxitocina, se produce lo que se conoce como subida de la leche: ésta es impulsada desde los alvéolos mamarios hasta los conductos galactóforos, que desembocan en los pezones.

La leche materna es el alimento ideal para el bebé. Además de proporcionar los nutrientes necesarios de la forma más fácil de digerir, contiene anticuerpos y glóbulos blancos que protegen al bebé de las infecciones. Además, cambia favorablemente el pH de las heces y la composición de la flora intestinal del pequeño.

El sudor

La piel humana contiene unos tres millones de glándulas sudoríparas, que se encargan de producir el sudor y transportarlo a la superficie mediante conductos. Existen dos tipos de glándulas sudoríparas: las ecrinas, que permiten refrigerar el cuerpo, y las apocrinas, que nos confieren, el olor personal. Estas últimas también son las responsables de la producción de feromonas, sustancias que influyen en la atracción sexual.

El sudor, que está compuesto principalmente por agua y cloruro sódico (sal), ayuda a mantener frío el cuerpo. Por esto las personas sudan más cuando hace calor. La cantidad de líquido que se pierde por medio de la sudoración es muy variable; depende del ejercicio físico, la temperatura ambiental y el estado psíquico del individuo (las personas sudan más cuando están estresadas o nerviosas). Normalmente, el volumen del sudor es de 100 mililitros al día, aunque durante el ejercicio físico intenso y a temperaturas elevadas la pérdida de agua a través de la piel se eleva en ocasiones hasta dos litros por hora. Se estima que un hombre exuda 18,000 litros durante toda su vida y una mujer 20,000.

Las lágrimas

Las lágrimas son un líquido transparente y salino que baña la superficie del ojo para mantenerla constantemente húmeda. Además, contienen anticuerpos, sustancias inmunológicas que ayudan a prevenir las infecciones oculares. Cada día, las glándulas lagrimales, que se localizan cerca del ángulo externo del ojo, producen nmedia de 30 mililitros de lágrimas. Estas alcanzan la superficie ocular por medio de unos pequeños conductos que acaban en los párpados. El movimiento intermitente de esta especie de cortinillas ayuda a extender la humedad sobre la superficie del ojo. El drenaje de las lágrimas ocurre a través del conducto nasolagrimal, un canal que desemboca en la nariz.

Un componente importante de la película lagrimal son los denominados lípidos meibomianos, una secreción de color amarillo o blanquecino producida por las glándulas de Meibomio de los párpados. Estos lípidos tienden a acumularse en los bordes de los ojos. Al secarse, forman las legañas.

La caspa

Asociada a la dermatitis seborreica, una inflamación de las capas superficiales de la piel, la caspa no es otra cosa que la descamación seca o grasienta del cuero cabelludo, a veces con picores pero sin pérdida de pelo. En los casos más graves aparecen pápulas amarillentas o rojizas a lo largo de la raya del pelo, detrás de las orejas, sobre las cejas, en la región nasal y en el pecho.

La causa exacta de la dermatitis seborreica se desconoce, y podría tener un origen distinto en bebés y adultos. En los primeros, la aparición de caspa estaría asociada a alteraciones hormonales, ya que el problema surge en la infancia y desaparece en la pubertad. Recientemente, los dermatólogos han descubierto que el desencadenante de esta dermatitis podría ser la levadura Pityrosporum ovale, uno de los microbios residentes en el cuero cabelludo. En las personas con caspa, la capa córnea de la piel aparece alterada. La eliminación de células maduras y queratinizadas sucede en grupos compactos que forman pelotillas de color blanco o amarillento.

La saliva

Hay tres tipos de glándulas salivales que producen saliva: las parótidas, las submandibulares y las sublinguales. No obstante, existen numerosas glándulas accesorias y pequeñas en la membrana mucosa que tapiza la boca y la lengua que, junto con las tres primeras, producen a diario entre 800 y 1,500 mililitros de saliva. Esta contiene dos tipos de secreciones proteicas: una serosa rica en ptialina, enzima que interviene en la digestión de los almidones, y otra mucosa, que contiene mucina, mucosidad que cumple funciones de lubricación y protección de la superficie bucal. Así es, la mucosidad impide que los tejidos bucales se ulceren y aborta la proliferación de bacterias y otros gérmenes, lo que de paso sirve para evitar la caries dental.

Por otro lado, nuestra saliva, que tiene un pH de 6 a 7, es muy rica en iones de potasio y bicarbonato.

La cera en las orejas

También conocida por los médicos como cerumen, la cerilla de los oídos es una sustancia de naturaleza aceitosa que es secretada por las glándulas del epitelio que recubren el conducto auditivo externo y los folículos pilosos. Su función es básicamente protectora, ya que atrapa los microorganismos, el polvo y otras partículas que pueden dañar las estructuras del oído. También atrapa las células muertas del epitelio auditivo. Así pues, la idea popular de que el cerumen es sinónimo de suciedad no es del todo exacta, pues constituye un eficiente, aunque rudimentario, sistema de auto limpieza.

La cerilla se acumula en masas cilíndricas, duras y parduscas que, en determinadas circunstancias, obstruyen el canal auditivo y causan dolor, picor y una pérdida temporal de la audición. En estos casos, el médico retira el tapón de cera irrigando el canal con agua caliente. Esto no es factible cuando el tímpano está perforado o infectado.

El sarro

La acumulación de bacterias es una de las causas principales de dolencias periodentales, que inflaman y destruyen irreversiblemente las estructuras que rodean y sostienen las piezas dentales, como encías, huesos y capa exterior de la raíz del diente. El cepillado incorrecto, por ejemplo, permite que los gérmenes proliferen en la base externa de los dientes, a nivel de las encías, y se depositen en una película blanda y viscosa. Ahora bien, si la placa dental permanece más de 72 horas en la dentadura, se solidifica y forma el sarro. Este puede causar una inflamación dolorosa y sangrante de las encías que se conoce como gingivitis. Si ésta no se ataja a tiempo con una buena higiene bucodental, existe el peligro de que la placa invada las estructuras que sostienen el diente. Aparece entonces la periodontitis o piorrea, que sí requiere un tratamiento médico.

El acné

A la edad de dos años, las glándulas sebáceas de la dermis comienzan a funcionar. Anexas a los folículos pilosos, estas glándulas acinosas secretan un líquido oleoso, llamado sebo, que fluye a través de los mencionados folículos y lubrica la piel. Además, algunos de los ácidos grasos y otras sustancias que componen el sebo otorgan a las personas su olor característico.

Durante la pubertad, la mayor producción de hormonas masculinas o andrógenos en ambos sexos desencadena una producción excesiva de sebo. Este se oxida y forma un taponamiento ennegrecido en el poro de la piel. Aparecen entonces las espinillas o granos sebáceos. Para empeorar la cosa, en esta acumulación de grasa y células muertas proliferan bacterias, como la Propionibacterium acnes, que transforma las grasas en compuestos irritantes y favorece la formación de pústulas. Estamos entonces ante la ineludible firma del antiestético acné, el trastorno más común de la piel, pues afecta a 3 de cada 4 adolescentes.

Los lubricantes del sexo

Durante la estimulación sexual, los órganos sexuales masculinos y femeninos se lubrican, para de este modo facilitar la cópula y aumentar la sensación de placer. Sin una lubricación satisfactoria, el acto sexual se torna casi imposible, ya que provoca, sobre todo en el pene, sensaciones de rascado y dolor.

En las fases tempranas de la excitación femenina, los impulsos nerviosos llamados parasimpáticos, además de promover la erección del clítoris, hacen que las denominadas glándulas de Bartholin, situadas debajo de los labios menores, secreten moco. Este juega un papel importante en la lubricación durante el coito, aunque también participa el epitelio vaginal, que produce grandes cantidades de mucosidad. En el hombre, la lubricación del pene corre a cargo de las glándulas uretrales y bulbouretrales (glándulas de Cowper), que secretan moco. Este fluye a través de la uretra durante el coito y colabora en la lubricación de la vagina.

Los mocos

Todas las vías respiratorias, desde las fosas nasales a los bronquios, se mantienen húmedas por una capa de moco que reviste completamente su superficie. Este líquido pegajoso se segrega en parte por las denominadas células caliciformes aisladas, que están situadas en el revestimiento epitelial, y en parte por las pequeñas glándulas submucosas.

Además de mantener húmedas las vías respiratorias, los mocos atrapan los microbios, el polen y otras partículas extrañas del aire inspirado. Un ejército de cilios, especies de escobillas que emergen del epitelio respiratorio, baten sin interrupción con el fin de que el moco fluya lentamente, a una velocidad de 1 cm/s, desde la nariz y los bronquios hacia la faringe. Después, la masa mucosa es deglutida o expulsada al exterior mediante la tos.

El excremento

Por término medio, una persona defeca al día aproximadamente 150 gramos de heces, el producto final de la digestión. La conversión del quimo -sustancia espesa y cremosa que resulta de la acción del ácido clorhídrico sobre los alimentos en el estómago- en excremento tiene lugar en el intestino grueso, concretamente a nivel del colon. Los millones de bacterias instaladas en este tramo intestinal producen vitaminas K y B, y gases como hidrógeno, anhídrido carbónico, metano y sulfuro de hidrógeno. Estos últimos son los responsables de las flatulencias.

Normalmente, los excrementos están formados por tres cuartas partes de agua y una cuarta parte por materia sólida. Esta, a su vez, contiene una gran variedad de elementos. Por ejemplo, un resto sólido de 100 gramos está compuesto por 30 gramos de bacterias muertas, de 10 a 20 gramos de grasas y una misma cantidad de materia inorgánica, 3 gramos de proteínas y 30 gramos de productos no digeridos, restos de pigmento biliar y células epiteliales desprendidas.

El color café de las heces se debe a un par de sustancias que derivan de la bilirrubina. Nos referimos a la urobilina y la estercobilina.

La menstruación

A l final del ciclo menstrual y a falta de implantación del huevo, la secreción de estrógenos y progesterona cae en picada, ocasionando una cascada de acontecimientos que desembocan en la menstruación o regla. El primer efecto de la reducción hormonal es que la tortuosa red de vasos sanguíneos que riegan las mucosas del endometrio experimenta un prolongado espasmo. Este priva brutalmente a la mucosa de irrigación sanguínea, lo que provoca su necrosis y desprendimiento.

La masa de tejido descamado y de la sangre que acaba de acumularse después de la relajación del espasmo, inician las contracciones del útero, que expulsan el contenido uterino. Durante la menstruación 3 normal se pierden de 50 a 100 mililitros de sangre, o sea, el equivalente a medio vaso por término medio. En la mayoría de los casos, el líquido menstrual no forma coágulos, ya que junto con el material necrótico endometrial se libera fibrolisina, enzima que disuelve los coágulos y licua la sangre.

El vómito

La expulsión violenta del contenido del estómago a través de la boca se denomina vómito. Se trata de una de las formas más llamativas por las que el organismo elimina las sustancias que considera tóxicas o nocivas, así como alimentos en mal estado. También constituyen un estímulo especialmente potente para el vómito la irritación o la inflamación del estómago, del intestino o de la vesícula biliar.

Tanto el vómito como la náusea -sensación desagradable en el abdomen que con frecuencia concluye con lo primero- están causados por la activación del denominado centro bilateral del vómito, que se localiza en una estructura del cerebro denominada bulbo raquídeo. Este desencadena las reacciones motoras automáticas necesarias para provocar el acto del vómito. En su primera fase, se produce una serie de movimientos antiperistálticos que hacen que la comida acumulada en regiones intestinales tan alejadas como el íleon retroceda hasta el duodeno y el estómago. La contracción de éstos, junto a la relajación parcial del esfínter esofágico inferior, permite que el contenido gastrointestinal pase al esófago. Lo que ocurre a continuación es casi inevitable: se abre el esfínter esofágico superior, se cierra la glotis, se eleva el paladar blando, para cerrar el acceso a la nariz y, por fin, una fuerte contracción hacia abajo del diafragma y de los músculos abdominales expulsa con violencia el vómito.

El semen

Cada testículo humano está compuesto por hasta 900 túbulos seminísferos en espiral, cada uno de más de .05 metros, en los que se forman los espermatozoides. Antes de ser eyaculadas durante el acto sexual, estas células móviles viajan por diferentes conductos para ser bañadas en un líquido especial conocido como semen. El 10 % de éste está compuesto por esperma.

El resto es un líquido procedente de la vesícula seminal (aproximadamente el 60%) y la glándula prostática (aproximadamente el 30%). Esta última secreta un fluido poco denso y lechoso que contiene calcio, iones citrato, y fosfato, enzimas de coagulación y profibrinolisina.

Por su parte, cada vesícula seminal, un tubo tortuoso, lobulado y revestido de un epitelio secretor, impregna los espermatozoides con un material mucoso rico en ácido cítrico, fructuosa y otras sustancias nutritivas, así como en prostaglandinas y fibrinógeno. Este forma un débil coágulo que mantiene el semen en las regiones profundas de la vagina, a la altura de la cérvix.

La orina

Una persona adulta micciona entre una y ocho veces al día, y vierte en total un promedio de 1.5 litros de orina. Controlado por las neuronas del tronco cerebral, el deseo de orinar se produce cuando la vejiga –el depósito corporal donde se acumula, alcanza un volumen de 250 mililitros, aunque se puede retrasar voluntariamente hasta medio litro. Más que un desecho, la orina es un fluido que contiene sustancias del cuerpo eliminadas porque en ese momento no las necesita. Fabricado en los glomérulos de los riñones, este líquido está constituido por agua en un 95%, urea en un 2.5% y una mezcla residual de minerales, hormonas, enzimas y pigmentos. Estos son, precisamente, los principales responsables del color de la orina. No hay que olvidar que éste, dependiendo de su concentración, puede ser desde incoloro, hasta amarillo oscuro. En este caso, el tono es debido a la presencia de unas sustancias colorantes llamadas cromógenos, como la urobilina, una sustancia derivada de la bilirrubina.


Fuente: pulso digital

Comentarios

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