Gervasio Sanchez: Reportero de guerra

Esta descripción es de hace un año pero creo que la obra de este gran fotografo lo dice todo

Gervasio trabajaba de camarero en una playa de Tarragona. Paella aquí, sangría allá, todo el día. Al final de la temporada, rompía la hucha y hacía lo que hace cualquiera con sus ahorros: irse a la guerra a gastarlos. Es un tipo especial, de los que hay pocos. Ha visto más guerras que nadie, y sabe lo que son: una cosa asquerosa.

Se lo ha tragado todo: guerras en Latinoamérica, guerras africanas, guerras asiáticas y guerras europeas. En una de estas le conocí. Era ya un gran fotógrafo, pero no sabía revelar ni le interesaba. El estaba para contar cosas, para que la gente se enterara de que muchos millones de personas viven en la mierda, a veces sin comida, siempre sin derechos ni justicia. Para que supiéramos el daño que hacen las bombas que fabrican los países ricos, entre ellos España.

Se supone que el corresponsal de guerra ha de ser un tipo cínico y encallecido. Gervasio es todo lo contrario: es Mafalda en hombre. A veces se pone pesadísimo con sus sermones. Insiste, insiste e insiste: mientras haya desastres provocados por el hombre, niños-soldados, matanzas organizadas por negocio e hijos de puta, ahí estará Gervasio para recordárnoslo.



A veces le toca sufrir a él: su madre murió mientras estaba en Afganistán, y no había vuelos de salida. Otro lo habría dejado. Total, ya tenía prestigio y premios. Pero Gervasio nunca deja nada: ahora mismo está en Erbil, en el Kurdistán.

Es honesto hasta el aburrimiento. Eso ha hecho que, alguna vez, algún capullo se confundiera: como es tan buena gente, esperan que no cobre por su trabajo, o al menos que cobre poco. Y por ahí no pasa: no perdona un duro, se esfuerza en promocionar sus exposiciones, quiere que lo que hace se conozca y reconozca. Normal, ¿no?

Hace diez años presentó en varios países una tremenda exposición fotográfica sobre personas mutiladas por las minas. Se llamaba «Vidas minadas». Como ya hemos dicho, nunca deja nada. Mantuvo el contacto con esas personas y desde hace unos meses, en distintas ciudades españolas, está presentando «Vidas minadas, diez años después». Delante de esas fotos no sabes si llorar, cabrearte o dar gracias por la existencia de pesados como Gervasio.

Gervasio Sánchez nació en Córdoba en 1959, estudió en Barcelona y vive (cuando puede) en Zaragoza, con su mujer y su hijo. Acaban de darle el premio de periodismo Ortega y Gasset. Doy por supuesto que es un gran periodista. Puedo certificar que es un gran tipo.

Discurso Gervasio Sanchez sobre las minas antipersonas

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